Hedonismo y sensibilidad

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Tanto para vivir como para desarrollarnos profesionalmente deberíamos de poseer ciertas cualidades básicas respecto al entendimiento de un vivir digno integrado a lo bello y al arte.

Ser capaces de percibir la vida como en realidad es. Callar los múltiples estímulos que recibimos a diario para dar paso a una contemplación de la vida que permita reflexionar sobre ella y que dichas cavilaciones tengan como fruto una existencia más plena y completa.

No abordar el arte como una máquina reservada para pseudo e intelectuales que hablan en palabras ininteligibles. Que analizan las cosas sin llegar a una solución.

Tampoco se trata de crear una fachada, de fingir que entendemos cosas ni intentar ser algo que no somos para lucir más cultos.

Se trata de tener un acercamiento terrenal a lo bello de la vida y de sus rituales. A respirar, sentir y vivir arquitecturas dignas, objetos relacionados con su uso, apreciar la belleza del campo, del desarrollo de las ciudades, de lo natural y de lo creado por el hombre.

Ser honestos con nosotros y los que están cerca. Exigir educación y solemnidad en el arte y las materias del corazón y de la expresión.

No vivir ciegos ni sordos a nuestros contextos. Saber crear objetos y consumirlos de manera sostenible. Apreciar los silencios. Digerir la información.  No temer al arte ni a la cultura, acercarnos a ellas de manera humilde y con mirada crítica. Por eso educarnos desde una tierna edad puede ayudarnos a vivir mejores vidas.

Vivir una espiritualidad libre de prejuicios y sin etiquetas. Vivir y permitir que otros vivan. Formar un criterio e incentivar a que otros hagan lo propio. La lucidez y el respeto nos ayudaría a llevar a cabo prácticas integrales y lógicas. Apreciaríamos más aquello que no se compra pero que se vive. Que se note el hedonismo mezclado con sensibilidad para poder brindar las mejores respuestas a las interrogantes de la existencia.